





Pero también es cierto que el grado de protección que la fauna y el medio ambiente posee en este país no es comparable al de ningún otro, que las leyes al respecto son tremendamente estrictas y, lo más importante, se hacen cumplir a rajatabla.
Ello se traduce v.g., en que el acceso a las zonas habitadas por el pingüino de ojo amarillo -rarísimo ejemplar en vías de extinción que sobrevive en pocos rincones del planeta- durante el periodo de cría es limitadísimo. E igual ocurre con el albatros, el león marino o la foca común.
Eso sí, ovejas y gaviotas, todas las que usted quiera.
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