Nunca entendí por qué en algunas agencias de viajes ofrecen como estancia hoteles con una variedad tal de instalaciones que parecen diseñados para que el viajero nunca salga de ellos. Lo cual es, a todas luces, un contrasentido habida cuenta que uno viaja para vivir ciudades, experimentar la calle o dejarse llevar ante la contemplación de un paisaje ajeno a todo cuanto había visto antes. Circunstancias que difícilmente va uno a culminar en el interior de una de esas instalacionres.
Claro que también hay hoteles que parecen estudiados para todo lo contrario, es decir, para que el viajero pase el menor tiempo posible en ellos. El Leviatán, en Dunedin, es uno de ellos. Miedo no, lo siguiente, es lo que uno experimenta al regresar de madrugada a su habitación con el silencio acuchillando el aire y la moqueta del pasillo crujiendo bajo tus pies.


"Tú con tu poder, dividiste el mar y aplastaste las cabezas de monstruos marinos
Rompiste las cabezas de Leviatán y lo diste por comida a las tortugas de mar".
Salmo 74. 13-14