Intentó, con toda la paciencia del mundo, explicarme, una y otra vez, las reglas básicas del juego. Disputa, cada sábado por la mañana, la liga local de Rotorua junto a su compañera de equipo. "Una manera como otra cualquiera de pasar el tiempo, disfrutar del aire libre y sentirse joven cuando uno ha superado ya las siete décadas de vida", me dijo.

Del juego apenas entendí que era parecido a una petanca en la que hay que golpear la pelota con una especie de mazo hasta completar un circuito. La charla, en cambio, fue un agradable intercambio de opiniones sobre nuestros respectivos países de origen.